Antes de escribir un correo electrónico, absténgase de lo que sabe sobre sí mismo o sobre el producto que quiere vender. Piense en lo primero a lo que presta atención cuando visita un sitio web, consulta las noticias o elige algo en una tienda.
La mayoría de las veces, si el destinatario está callado, la razón es que
– hay demasiados correos electrónicos;
– no hay suficiente exclusividad: se le envían regularmente ofertas similares de bienes y servicios;
– no tiene tiempo libre;
– le repugnan los halagos, el descaro o la redacción incompetente.
Al mismo tiempo, el remitente dedica mucho esfuerzo y recursos a estudiar la empresa y redactar una carta ideal, pero no se da cuenta de lo evidente. Por ejemplo, una persona confía piadosamente en su singularidad, por lo que ni siquiera asume la posibilidad de rechazo y, por tanto, no ve el panorama completo, especialmente las peticiones del destinatario. En lugar de concentrarse en lo que quiere el empresario, cliente o socio, el emisor se centra en contar su propia historia de éxito, ignorando esencialmente al interlocutor o sin tener en cuenta sus peticiones. Por ello, es importante ofrecer algo que la competencia no tenga. Así pues, la clave del éxito de una transacción es ofrecer servicios que el destinatario no pueda rechazar.
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